lunes, 18 de julio de 2011

Perdue à Paris. Capítulo 1.


¿Recuerdan en la anterior entrada, cuando decía que necesitaba encontrarme, tiempo para reflexionar, que me hallaba en la ruina anímica y desmoralizado, que necesitaba pensar un poco más en mí?. Bueno, pues hoy me enorgullezco de poder decir que lo he logrado, que he recuperado el ánimo, la sonrisa, la fuerza de la que carecía. ¿Quién obró dicho milagro? La ciudad de París. Una ciudad sólo conocida por su torre Eiffel y su romanticismo. Pero París tiene más. Tiene ese algo que me ha reconstruido, junto con la compañía de todos aquellos con los que he vivido y disfrutado estos quince días.También han sido ellos los que me han levantado. Pero prefiero mantener su anonimato, así que en diez capítulos les contaré, bajo un seudónimo, lo que mi mente imaginó y vivió esos días en solitario.

Sena Conval llegó al mediodía a París. Hacía tiempo que su vida no iba tal y como él esperaba. Se hallaba perdido, se sentía solo, no sabía qué hacer, y la pregunta de qué hacía mal y su música para apaciguar su ansiedad. Llegaba esperando encontrarse lo que todo el mundo contaba:París, la ciudad del amor, del Sena, de la Gioconda y de la torre Eiffel. Pero Sena esperaba encontrar algo más en aquella ciudad. Después de llegar a la ciudad desde el aeropuerto, se acercó, por simple curiosidad, a la torre Eiffel. Allí se agolpaban decenas de turistas de distintas nacionalidades, aunque huelga decir que la mayoría nipones.
Podía parecer un cliché de la ciudad, pero lo cierto es que era increíble, admirable. Cientos de barras de metal colocadas como si fueran Mecano formaban una gigantesca pero fantástica torre. Subió, quería admirar la ciudad. Subió a lo alto. Admiró la capital de Francia desde arriba. Formidable. Indescriptible. Un delicado viento soplaba arriba. Cerró los ojos. Sintió que se hallaba en otro lugar. Los abrió lentamente. Pudo distinguir el Arco del Triunfo. Siguió oteando. Los Inválidos, el Trocadéro...París entera en una mirada...Increíble.
Cuando bajó, se fue al Trocadéro. Se tumbó en la hierba, al fresco de los árboles. Numerosos sonidos, olores a crêpes, flores y helados se mezclaron. Permaneció allí un rato quieto, disfrutando del momento, reponiendo fuerzas...Para luego caminar junto al Sena, el río de su nombre. Numerosos estudiantes y parisinos se agolpaban en sus riberas, tocando un instrumento, cantando, comiendo...Se sintió como uno de ellos. Se sintió una parte más de la ciudad.

Canción XXII: Arcade Fire: The suburbs